El día en que lo iban a inmolar, Luigi Baldini se despertó al mediodía para esperar el tren en que llegaba su familia. Había soñado que cruzaba el bosque en medio de las flores y el revolotear de las aves, abrazado por la brisa que cubría todo el paisaje, por un momento se sintió feliz en el sueño, pero al abrir los ojos sintió su cuerpo frió, cubierto de plumas, en medio de cuervos que se peleaban por su cuerpo putrefacto. 'Siempre soñaba con la naturaleza', me dijo Elena Torriani, su madre, recordando 30 años después de los pormenores de aquel sangriento viernes 13.
domingo, 16 de marzo de 2008
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